Thursday, July 20, 2006

Sigo

Hola, aquí les platicaré algo que yo pasé también, por el mismo tiempo en que Gustavo estuvo enfermo.
Como les platiqué, mi papá se fue a trabajar a Valsequillo, trabajando nuevamente en la presa. Posteriormente les platicaré de nuestra estancia en ese lugar.
Resulta que de pronto me empecé a levantar en la noche pues me volví sonámbula, mi papá tuvo que poner un cerrojo muy alto en la puerta para que no me pudiera salir y a mi personalmente, me daba mucho miedo que pudiera salirme y despertar en aquella soledad, en el monte, todo oscuro, así que pensé que había sido muy buena idea de mi papá y hasta yo me sentía tranquila. Cuando me levantaba, mi mamá simplemente me llevaba a la cama y ya no me volvía a levantar.
Casi siempre estaba enferma de las amígdalas, vivía con dolor constante de garganta, hasta que una vez me llevaron al Instituto Nacional de Cardiología y me operaron. Esa noche, me levanté, me fui hacia el elevador y ya estaba esperando a que llegara, no se si me iba o qué, una monja que estaba de guardia me vio y me llevó a mi cuarto y toda la noche me estuvo vigilando. A la mañana siguiente me operaron y nunca más me volví a levantar dormida… para mi siempre ha sido un misterio.
Cuando regresamos a México, como les platiqué, vivíamos con mi abuelita y mis tíos, en aquellos tiempos había muchas enfermedades y pocas vacunas, algo de lo que mi mamá siempre tuvo miedo es cuando se enteraba que había habido brotes de poliomielitis, la tuberculosis casi era una enfermedad de moda.
Un día cuando tenía ocho años, empecé a toser y me faltaba el aire, me era difícil respirar… mi mamá temiendo lo peor, me llevó al doctor y me sacaron una radiografía del pecho, y resulta que el corazón lo tenia tan grande, que me oprimía la tráquea y eso era lo que me provocaba la tos y la dificultad para respirar.
Y resulta que aunque ya me habían operado de las amígdalas hacía un año, el daño ya estaba hecho y los estreptococos se habían quedado y ahora el resultado era que tenía fiebre reumática.
Los dolores de piernas, brazos, manos, dedos, en fin, en todas las coyunturas, eran terribles, se me dormían las piernas que no las sentía, empecé a no poder dormir acostada, entonces sucede que Gustavo y yo, enfermos, nos hacíamos mutua compañía y compartíamos muchas cosas.
Cuando Gustavo empezó a empeorar, nos fuimos a vivir con mi tío Tomás, que vivía cerca de allí y él era médico, (como les he platicado) y trabajaba y daba clases en Cardiología, era muy joven, muchos de sus discípulos eran mucho más grandes que él.
Junto de Cardiología está el Hospital Infantil y mi tío pasaba todos los días para ver si había una cama para mí porque como le decía a mi mamá, si no me internaban, no duraría muchos días más.
Finalmente un día llegó, le dijo a mi mamá que ya tenían una cama y me llevó, ni siquiera dejó que mi mamá me vistiera y así en pijama llegamos al hospital.
Me llevaron a una sala donde había 20 camas.
Ya se podrán imaginar mi abuelita, enfermo su hijo pequeño al que quería muchísimo y yo, que era su nieta consentida (por lo menos eso quise pensar siempre) internada en un hospital.
En esa sala, había 20 niñas enfermas de muy variadas cosas, lo único que teníamos de común era que no eran enfermedades contagiosas.
Estuve tres meses internada, no podía ni bajarme de la cama, la penicilina era lo único conocido para las infecciones, antes de la segunda guerra mundial, no me hubiera salvado, ya que eso fue lo que me ayudó a salir adelante, me inyectaban cada tres horas, ocho inyecciones al día, durante dos meses y medio, ya se imaginarán que no quedaba un milímetro en donde me inyectaran, oxigeno todo el tiempo y suero también, y no era como ahora que te ponen suero y puedes moverte. En ese tiempo tenía que quedarme quieta, o la aguja se salía.
Cuando se terminaba una botella, venían, ponían una nueva y cambiaban de brazo uyyyy pero eso si, debo decir que nunca me quejé.
Mi mamá iba diariamente, nunca faltó, solo los días que iba mi tía Pepis o mi tía Chelo, recuerdo un globo rojo gigantesco que me llevó Chelo, colgaba de una de las esquinas de mi cama, me gustaba mucho.
Como les digo, mi mamá siempre fue, nunca me abandonó aún cuando tenía que cuidar a mis otros tres hermanos, los cuales tenía que dejar encargados. Yo me asomaba a la ventana y podía verlos jugando, pues como saben no podían entrar a verme.
Un día me enteré que habían internado a Gustavo también, yo solo pensaba en el día en que saliera para poder ir a visitarlo.
En ese hospital pasé Navidad, Año Nuevo, día de Reyes, en todos esos días tuvimos fiesta, iban payasos, nos daban juguetes, y los niños que podían rompían piñatas.
Durante mi estancia vi muchas niñas morir, casi era algo común, como que desde ese tiempo, aprendí que la muerte no es más que parte de la vida.
Yo misma estuve a punto de morir, las enfermeras me decían que nunca pensaron que lograría pasar la primera noche.
El día que me dieron de alta estaba feliz, claro que tuve que estar en reposo mucho tiempo, pero lo primero que hice fue preguntar por Gustavo, mi abuelita y todos me dijeron que seguía en el hospital, cuando les decía que me llevaran a verlo, me contestaban que no podía entrar y como yo sabía que mis hermanos nunca pudieron entrar a verme, era lógico.
Pero entonces me di cuenta que nadie iba a visitarlo, cuando preguntaba porqué no iban, me decían que le estaban haciendo exámenes, o cualquier pretexto.
Fue entonces cuando me di cuenta que mi tío, mi amigo Gustavo había muerto.
Murió en la casa, como me enteré después, el 24 de Diciembre, rodeado de toda la familia, sólo yo no estaba . Sólo tenía quince años.

Espero no volver a escribir cosas tristes, por lo menos en un buen tiempo.
Los quiero mucho, un abrazo muy fuerte para todos, como siempre.

10 comments:

Anonymous said...

Lo que si es cierto es lo del corazón, tienes un corazón muy grande, que bueno que a mi no me han pasado tantas cosas tristes aunque las que han pasado tristes han sido de verdad tristes, hay ya ni yo me entiendo. Saludos tristes.

Lizette Jacinto said...

hola mà, de repente lleguè a la conclusiòn de que hablas de tus muertos, que tambièn son los nuestros, como si fuera un homenaje a ellos. Su esencia se hace presente en el momento en que los recuerdas y los nombras y me alegro de que ellos hayan sido parte de nuestra familia o de ser yo misma integrante de esa familia. Te mando muchos besos. Ya mañana vamos de retache a la germania y luego para Praga. Sevilla tiene una cosa que sòlo tiene Sevilla.

Nanny Lidia said...

Tocaya es muy triste pero son las cosas que nos hacen lo que somos y yo leo en tus escritos una gran union familiar.

beso tocaya , siempre un gusto leerte

malintzi said...

Hola Lydia, pues si, sigo con un corazón grande :) y ya sabes, ante las cosas tristes arriba corazones!!
Un beso y abrazo fuerte

malintzi said...

Hola Lizette, si, es de lo que me estaba dando cuenta, de cuántos seres queridos se han ido, pero no se pueden ignorar, al contrario, y como dices, si es un homenaje a su memoria y eso significa que siempre están y han estado en mi corazón.
Qué bueno que te fué tan bien en Sevilla, ya me platicarás todo el éxito que ya se que tuviste.
Un beso un abrazo muy fuerte y un buen regreso hacia las germanias.

malintzi said...

Hola tocaya, es bueno tenerte por aqui nuevamente, y si, todos esos detalles son parte de lo que somos y lo que nos ayuda a ver la vida desde otro ángulo.
Saludos cariñosos.

Chilanga said...

Muy triste lo de Gustavo, siempre que cuentan cosas de estas nunca se que decir.

A mi tambien me quitaron las anginas tenía como seis años, recuerdo ese sabor tan feo en la boca, como a podrido wacala, y tambien recuerdo aquel dolor de cuerpo despues de la anestecia, lo mejor de todo fue la nieve :)

Lo de el sonambulismo fue raro, jamas le dieron alguna explicación?

Saludos

malintzi said...

Hola chilanga, fíjate que nunca dijeron nada del sonambulismo y he buscado las razones, pero hay muchas, asi que no puedo decir qué fué, pero lo raro es que esa misma noche, antes de la operación, jamás me volvió a dar.
Raro, verdad?

Unknown said...

Snif...

Anonymous said...

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